Luis Pellegero Bel

El cine experimental se abría lentamente al panorama cinematográfico de los 60. Pocos eran los atrevidos que afrontaban el reto de investigar fuera de los cánones establecidos y tener el valor de exponerlo. La ortodoxia era la otra gran dictadura que atentaba inquisitorialmente contra las diferentes formas de expresión: la pintura el teatro y por supuesto el cine, no escapaban de la incomprensión que suponía el hacer cosas diferentes que por su estética atentaba contra el buen gusto, el buen gusto de la época claro. En el cine parecía impensable contar algo que no fuera tangible, que no tuviera unos protagonistas, que no relatasen una historia con un principio y un final. Fue difícil para los primeros experimentadores de la pantalla, poder hacerse hueco ante la sonrisa escéptica de muchas miradas que contemplaban la pantalla con desdén. El cine independiente tuvo también su particular «calvario» en este sentido, algo más atenuado por tener un seguimiento diferente y probablemente más tolerante intelectualmente. Uno de estos pioneros en Aragón fue Luis Pedro Pellegero, que realizó un trabajo muy importante de indagación en el uso de la luz, las formas y los colores.

Pellegero nace un 31 de enero de 1928 en Pamplona. A los 14 años se traslada a Zaragoza donde reside actualmente. Su vida profesional se desarrolla en dos áreas estrechamente unidas: la arquitectura y la docencia como profesor de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos. Las dotes creativas de Pellegero se ponen de manifiesto preferentemente en la pintura y escultura, con una importante preocupación por conocer y ensayar los diferentes materiales como la piedra.

Será en los años 60 cuando encuentra en el cine una forma diferente de experimentar: luces, formas, volúmenes y colores son las principales herramientas. Sus películas más demostrativas dentro de la investigación que Pellegero realiza en el campo visual, las encontramos en una trilogía compuesta por los cortos: «Euritmia», «Plástika» y «Cromática», rodados entre 1962 y 1963. La unidad en estos trabajos es la luz, que la utiliza como elemento aglutinador en un mosaico de figuras y sombras cambiantes. Materiales como la arcilla o el celofán cobran vida sobre un paisaje de múltiples tonalidades, mezclado con ciertos aires de fantasía. En el cine de Pellegero se combina también su afición por la pintura y el dibujo, esto lo evidencia en sus películas: «Acuarela» del año 1960, «La divina comedia» del 62, (con dibujos de Doré) y «Goya, pinturas negras» del 63. El documental temático aragonés, es otra de las inquietudes de este polifacético realizador, sus cortos: «Los defensores» rodada en 1961 y basada en los sitios, «El valle de Hecho» de 1965 y muy especialmente «Oración del estruendo» del mismo año, son un ejemplo. Su filmografía se completa con «El desafío», realizada entre 1963 y 1964. Es la película divergente con respecto a las otras. Pellegero desarrolla una historia con personajes y actores, lejos de sus trabajos de experimentación y documentales. Basada en un guión de Manuel Labordeta, el corto hace una reflexión sobre la guerra civil española, para ello utiliza el paralelismo del México posrevolucionario con su situación socio-política y la de nuestra contienda.

La realización cinematográfica de Luis Pellegero se interrumpe con la aparición del super-8. La entrada en el mercado del nuevo formato con todo lo que lleva de estratagema comercial y la desaparición paulatina del 8, pondrán fin al trabajo creativo que realizaba en celuloide. La producción cinematográfica de este realizador sin ser excesiva, es lo suficientemente importante para tenerla presente dentro del cine experimental aragonés. La concepción de unas ideas visuales y vanguardistas, con elementos innovadores que en la década de los 60 tenían un importante mérito; hacen de Pellegero, uno de los realizadores importantes de aquella época, donde lo novedoso no estaba muy bien visto.

Armando Serrano

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